martes, 8 de septiembre de 2015

CÓMO DETECTAR LA DEPRESIÓN INFANTIL

La depresión infantil, aun cuando algunos especialistas consideran que existe un sobrediagnóstico, tiene una prevalencia más importante de lo que a priori cabría pensar. Los estudios más recientes señalan que 0,3-1,4% de los niños en edad preescolar padecen depresión mayor, al igual que un 1,2% de los que no han alcanzado la pubertad y un 3-8% de los adolescentes, sin que haya diferencia entre ambos sexos. A estas cifras habría que sumar las derivadas de los grados leves de depresión como es el caso de la denominada distimia.
Con todo, estos datos de prevalencia de la depresión infantil pueden variar en función de los criterios diagnósticos que se utilicen. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que algunos expertos consideran que muchos casos en los que se diagnostica una depresión leve podría tratarse, más que de esta patología, de una reacción normal ante situaciones o acontecimientos que pueden causar la infelicidad del niño.
En cualquier caso, siempre es importante saber identificar los síntomas que pueden determinar la existencia de un cuadro de depresión infantil. Síntomas o manifestaciones emocionales que varían con la edad y que en algunos casos son diferentes a los que se pueden presentar en la persona adulta:
  
-Lactante: pueden darse manifestaciones anómalas, especialmente en su relación con la madre, como reaccionar con el llanto cuando ésta lo coge en brazos, estado de letargia, inhibición, no sonreír ni reír y un llanto continuado que no responde a ningún tipo de consuelo. Pero algunas dificultades relacionadas con la alimentación, como regurgitación, cólicos o vómitos, también pueden expresar un estado de tristeza del niño.
  
-Edad Preescolar: los síntomas, en este caso, son conductuales: rabietas, actitudes desafiantes, rotura de objetos en episodios furiosos o desobedeciendo sistemáticamente a los padres. Asimismo, las alteraciones del sueño o la enuresis y la encopresis (problemas en el control de esfínteres) pueden ser síntomas físicos de la existencia de un proceso depresivo.  

-Edad escolar o prepúberes: poco a poco la sintomatología se acerca más a la del adulto: problemas de rendimiento escolar, aislamiento, falta de autoestima, tristeza, pérdida de interés por el juego y los amigos, rechazo al colegio, etc. Desde una perspectiva fisiológica, cabe decir que existe un mayor grado de somatización con la aparición de dolores de cabeza o de tripa, que el niño muchas veces utiliza como argumento, por ejemplo, para no querer ir al colegio o no hacer alguna cosa que se le pide. También las alteraciones del sueño y los cambios en la alimentación y el peso pueden estar presentes. En torno a los 8 años de edad, además, pueden empezar a producirse ideas de suicidio.
  
-Adolescencia: en esta etapa de la vida los síntomas son ya muy similares a los que se dan en el adulto, destacando especialmente las conductas disociales y las actitudes negativas, como la falta de autoestima. Todo ello se manifiesta en el consumo de alcohol y drogas, reacciones de impulsividad, hipersensibilidad en sus relaciones con los adultos, irritabilidad, cambios de humor, conducta agresiva, intentos de suicidio no planificados, fugas del domicilio familiar, comportamientos antisociales, etc.
  
El problema es que muchos de estos síntomas pueden considerarse como inespecíficos y es lo que, a juicio de algunos expertos, puede llevar al sobrediagnóstico de la depresión infantil. Para evitarlo, habrá que indagar sobre la existencia de posibles factores psicosociales y familiares (antecedentes de depresión en los padres, ambiente familiar, relaciones conflictivas entre los padres, etc.) que puedan inducir la sospecha de que estas alteraciones del comportamiento o la conducta puedan ser indicativos de un cuadro depresivo.

TRASTORNOS DEL SUEÑO EN LA VEJEZ

Las personas mayores tienen de por sí un sueño más ligero y menos profundo, que se ve interrumpido en varias ocasiones durante la noche, sin que ello suponga la existencia de trastornos del sueño.
Pese a todo, los trastornos del sueño son frecuentes entra las personas de edad avanzada, generalmente a consecuencia de la existencia de determinadas enfermedades:
  
-Enfermedad de Alzheimer.
-Insuficiencia cardíaca congestiva.
-Depresión.
-Estrés.
-Enfermedades neurológicas (Parkinson, etc.)
-Patologías que cursan con dolor, como la artritis.
   
Otros factores de riesgo relacionados con los trastornos del sueño pueden ser los medicamentos que se utilizan para el tratamiento de algunas enfermedades, el consumo de alcohol y de bebidas con cafeína, la inactividad o cambios en los ritmos circadianos que controlan los horarios de sueño.
Los trastornos del sueño más frecuentes en las personas mayores son los siguientes:

-Apnea obstructiva del sueño: se caracteriza por pausas en la respiración durante el sueño y deben producirse en más de diez ocasiones por cada hora de sueño para que se considere patológico. Ocurre en aproximadamente el 17% de las personas mayores y en una mujer por cada cuatro hombres. Se considera patológico cuando se producen más de 10 apneas a lo largo de una hora de sueño. Generalmente provoca un mayor número de despertares por la noche, cefaleas y cansancio o somnolencia durante el día. Es un problema que debe ser controlado, ya que aumenta el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiaca y cerebrovascular, especialmente en personas con hipertensión y obesidad, o en aquellas que roncan de manera habitual y sonora.
  
-Síndrome de las piernas inquietas: el principal síntoma es el de movimientos periódicos e involuntarios de las piernas que suelen aparecer justo antes de dormir, con sensación de incomodidad. También se produce en aproximadamente un 17% de las personas mayores.
  
-Insomnio: es la dificultad para iniciar o mantener el sueño, o la falta de un sueño reparador. Esta alteración debe darse por lo menos tres veces por semana durante un mes y tiene que ser lo suficientemente grave como para producir cansancio diurno e irritabilidad.  Puede ser transitorio, cuando dura unos días y la causa suele ser una situación de estrés emocional; de corta duración, cuando dura hasta tres semanas, y es frecuente en situaciones de duelo, problemas económicos, etc.; y crónico, si perdura durante meses o años y está causado por otras enfermedades o problemas psiquiátricos, como es el caso de una depresión.
  
-Trastorno conductual del sueño MOR (TCSM): es más frecuente de lo que inicialmente cabía pensar (9% de las personas mayores), más en los hombres que en las mujeres, especialmente a partir de edades superiores a los 80 años y en personas con demencia o deterioro cognitivo.
  
-Sonambulismo: solamente lo padece el 0,2% de este segmento de población.

El alivio del dolor crónico y el control de afecciones médicas, como la micción frecuente, así como el tratamiento de la depresión pueden mejorar los trastornos del sueño en las personas mayores. Conviene evitar el uso de somníferos a no ser que sean prescritos por el médico y éste realice un seguimiento del paciente. 

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