significativo de desarrollarlo, especialmente cuando se trata de miopía alta o magna, es decir, de más de 7-8 dioptrías. Estudios recientes han evidenciado que las personas miopes tienen casi el doble de riesgo que la población normal de sufrir un glaucoma, en más del 90% de los casos un glaucoma de ángulo abierto. También hay que decir que este riesgo se mantiene aún cuando la persona miope se haya sometido una cirugía refractaria para recuperar su agudeza visual.
Diferentes estudios han demostrado que los ojos con miopía elevada presentan valores de presión intraocular (PIO) más elevadas que la media, lo que sugiere que este defecto refractivo de la vista induce alteraciones morfológicas del ojo que afectan al sistema de drenaje del humor acuoso. Y esto se hace más evidente en la miopía progresiva o degenerativa.
Pero la relación entra la miopía y el glaucoma conlleva problemas añadidos. El más importante es la dificultad de establecer un diagnóstico correcto de glaucoma en el ojo miope. Hay que tener en cuenta que el diagnóstico del glaucoma se basa en la medición de la PIO y en el estudio del nervio óptico (suele estar inclinado en los ojos miopes) y la pápila óptica (suele ser más grande) y el campo visual.
Pero para ello se utilizan aparatos dotados de sistemas informáticos calibrados para el estudio de ojos sanos, que tienen una estructura anatómica normal. Sin embargo, no existen protocolos basados en criterios clínicos fiables que tengan en cuenta el hecho de que en un ojo miope tanto la presión intraocular puede encontrarse un poco más elevada como que las alteraciones anatómicas que la propia miopía produce en el ojo, lo que podría causar un glaucoma sin que por ello la presión intraocular esté alterada.
Además, y por las mismas razones, estas dificultades en el diagnóstico se trasladan también al tratamiento quirúrgico.
Por añadidura, las personas miopes que se han sometido a una cirugía refractiva y ya no necesitan el uso de lentes correctoras para ver bien creen que sus ojos ya no tienen problemas y no se someten a las revisiones periódicas que, por ser población de riesgo, en su caso se recomiendan a partir de los 35 años para la detección precoz del glaucoma.