La tristeza es una emoción difícil de afrontar a nivel anímico. Cuando una persona está en un momento de dolor tiende a aislarse y a replegarse sobre sí misma. De ahí, que la tristeza favorece la introspección y el análisis de uno mismo. En cierto modo, la tristeza implica un proceso de duelo, es decir, una curación emocional que requiere tiempo, paciencia, constancia y comprensión con uno mismo.
Sin embargo, también existen algunas formas de poner límites al sentimiento. Sin duda, en un momento de sufrimiento es necesario contar con el apoyo y la confianza de los amigos más cercanos. Aquel que se siente triste por diferentes motivos tiene que exteriorizar sus sentimientos, es decir, debe aprender a vivir en contacto con los demás.
El amigo sirve de gran ayuda mediante el consuelo que es un alivio terapéutico esencial para mitigar el dolor del alma. Un dolor que igual que aparece en algún instante desaparecerá para retomar el rumbo de la alegría, de la esperanza y del entusiasmo. El amigo que ofrece consuelo debe evitar juzgar al otro, simplemente, tiene que escucharle y comprenderle.
Para luchar contra la tristeza uno tiene que hace un gran esfuerzo interior por hacer planes, salir a la calle a pasear, ir al cine para ver una buena película… Es decir, la tristeza invita a tirar la toalla, a darnos por vencidos ante la vida. Pero tenemos que perseverar en la lucha por la conquista de la felicidad mediante la creatividad que nos invita a vivir en contacto con la verdad.
Uno de los mayores aliados para superar la tristeza es el tiempo. El paso de los meses produce un efecto positivo sobre el alma humana que como cualquier herida física necesita de un tiempo de curación. En casos de sufrimiento extremo, será necesaria la ayuda de un profesional experto