
La homeopatía es aceptada en algunos países como complemento de la atención médica moderna, y frecuentemente al lado de otras prácticas de sanación. En Francia incluso está incluida en las prestaciones de la sanidad pública. En España, al igual que en el resto de países de la Unión Europea, los medicamentos homeopáticos están regulados por la Ley del Medicamento, son prescritos por médicos y dispensados por farmacéuticos.
La homeopatía se utiliza en el tratamiento de enfermedades agudas y crónicas. En una enfermedad aguda como por ejemplo una gripe, o una gastroenteritis, el homeópata elige el medicamento homeopático teniendo en cuenta los signos y síntomas que el paciente experimenta desde el comienzo de su enfermedad. En caso de enfermedades crónicas, como el asma o la artritis reumatoide, además de los síntomas clínicos de la enfermedad, para la elección del tratamiento más adecuado para cada paciente se tienen cuenta otros aspectos como constitución, forma de ser, carácter, actitud ante la vida, etc. El tratamiento homeopático hace que los episodios repetitivos de esa enfermedad crónica se vayan espaciando hasta desaparecer.
No obstante, existe una clara polémica entre defensores y detractores sobre la eficacia de la homeopatía, no encontrándose hasta la fecha ensayos clínicos controlados que hayan demostrado científicamente su eficacia.