Una de las cosas que más extrañamos del verano no es el calor aplastante ni las playas con olas tan bravas que nos impiden entrar incluso a la orilla, sino es el bronceado sobre nuestra piel, que tanto esfuerzo y cremas nos costó.
¿Pero quién dice que tenemos que resignarnos a la palidez de épocas pasadas? Tal vez no logremos la intensidad del color veraniego pero sí podemos lucir un sutil dorado teniendo un estilo de vida saludable y ayudándonos de algunos productos cosméticos. Muchas personas recurren a los autobronceadores porque son los más sencillos de usar. No tienen que esperar a que haya un día soleado ni mucho menos para que su piel tenga el tono deseado, pues contienen sustancias que reaccionan con las células epidérmicas y las colorean sin necesidad de exposición.
Pero como “no es oro todo lo que reluce", la aparente virtud de los autobronceadores es también su mayor desventaja. Y el peligro reside en que al producir una coloración artificial, ésta carece de filtro solar, que a pesar de estar en otoño o invierno es necesario para ayudarnos a prevenir manchas y los signos del envejecimiento.
Los riesgos aumentan cuando las personas se “emocionan” tanto que aplican cantidades excesivas del producto, con mayor perjuicio para su dermis. Además, por su composición química, los autobronceadores deben aplicarse cuidadosamente para que la coloración sea gradual y los residuos no se acumulen en las células muertas.
Ante los efectos negativos del bronceado artificial, resulta más sencillo usar protector solar -uno para el rostro y otro para el resto del cuerpo-, aplicar una vez por semana mascarillas de papaya y miel e ingerir mucha agua para lucir un color envidiable y, sobre todo, saludable.
¿Pero quién dice que tenemos que resignarnos a la palidez de épocas pasadas? Tal vez no logremos la intensidad del color veraniego pero sí podemos lucir un sutil dorado teniendo un estilo de vida saludable y ayudándonos de algunos productos cosméticos. Muchas personas recurren a los autobronceadores porque son los más sencillos de usar. No tienen que esperar a que haya un día soleado ni mucho menos para que su piel tenga el tono deseado, pues contienen sustancias que reaccionan con las células epidérmicas y las colorean sin necesidad de exposición.
Pero como “no es oro todo lo que reluce", la aparente virtud de los autobronceadores es también su mayor desventaja. Y el peligro reside en que al producir una coloración artificial, ésta carece de filtro solar, que a pesar de estar en otoño o invierno es necesario para ayudarnos a prevenir manchas y los signos del envejecimiento.
Los riesgos aumentan cuando las personas se “emocionan” tanto que aplican cantidades excesivas del producto, con mayor perjuicio para su dermis. Además, por su composición química, los autobronceadores deben aplicarse cuidadosamente para que la coloración sea gradual y los residuos no se acumulen en las células muertas.
Ante los efectos negativos del bronceado artificial, resulta más sencillo usar protector solar -uno para el rostro y otro para el resto del cuerpo-, aplicar una vez por semana mascarillas de papaya y miel e ingerir mucha agua para lucir un color envidiable y, sobre todo, saludable.
Fuente: Salud y Belleza