Hasta no hace mucho, lo habitual en el mundo occidental es que la diabetes infantil se limitara prácticamente a la diabetes tipo 1, siendo ésta una de las enfermedades crónicas más comunes en este segmento de población. Si embargo, en los últimos 20 años la incidencia de la diabetes tipo 2 se ha triplicado en los niños con edad escolar, debido principalmente al alarmante aumento de la obesidad infantil a causa de los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo.
Pero mientras que la diabetes tipo 1 suele desarrollarse repentinamente como consecuencia de una reacción autoinmune del organismo, la diabetes tipo 2 se debe fundamentalmente a malos hábitos de vida y a aspectos genéticos y familiares.
Además, la primera se caracteriza por la incapacidad del organismo para producir insulina, mientras que en la llamada diabetes del adulto, sí se produce la insulina, aunque, o bien en cantidades insuficientes, o bien el organismo desarrolla una resistencia a esta hormona impidiendo que cumpla su función, de modo que la glucosa se acumula en la sangre.
Y este hecho marca claras diferencias en cuanto al tratamiento a seguir, ya que en el caso de la diabetes tipo 1 los niños necesitarán inyectarse diariamente insulina, mientras que los de tipo 2, además de las medidas dietéticas y de ejercicio diario, deberán tomar hipoglucemiantes; es decir, medicamentos que ayuden a reducir los niveles de glucosa en sangre.
Síntomas y factores de riesgo de la diabetes infantil:
-Sed.
-Dolores de cabeza frecuentes.
-Necesidad de orinar frecuentemente.
-Fatiga.
La diferencia estriba en el hecho de que en el caso de la diabetes tipo 1 se puede producir una pérdida repentina de peso, mientras que en el de la diabetes tipo 2 el exceso de peso es un factor causal y la pérdida de peso una necesidad terapéutica. Hay que señalar también que en este último caso pueden no manifestarse los síntomas señalados aun teniendo la enfermedad, hasta el punto de que su diagnóstico se produzca de forma casual al realizar una analítica de sangre en un revisión rutinaria.
En lo que respecta a los factores de riesgo, en ambos tipos de diabetes existe un componente genético o hereditario que predispone a sufrir esta enfermedad. La diferencia fundamental radica en los factores ambientales que contribuyen a su desarrollo. En el caso de la diabetes tipo 1 algunos virus, la exposición a ciertos tóxicos o determinados alimentos pueden desencadenar la respuesta autoinmune por la que el organismo ataca a las células del páncreas que producen la insulina. Sin embargo, en la diabetes tipo 2 el sedentarismo, los malos hábitos alimenticios y la obesidad son los factores que favorecen su aparición.
Los niños con diabetes tipo 1 necesitan aportar diariamente a su organismo una dosis de insulina, que suele aumentar con la edad y deben aprender a conocer su enfermedad y a convivir con ella más allá de la medicación. Deben seguir unas pautas muy estrictas en cuanto a la alimentación se refiere y el ejercicio, nunca intenso, les ayudará a mantenerse activos y a llevar una vida normal.
Además la incorporación de las bombas de insulina al tratamiento de la enfermedad les aportará una mayor calidad de vida al no tener que estar pendientes de inyectarse su dosis diaria de esta hormona. En cualquier caso, deberá informarse a la escuela de que padece esta enfermedad y de cuáles son las atenciones que debe darse al niño.
En lo que respecta a los niños con diabetes tipo 2, el control de los factores de riesgo es esencial para tratar su enfermedad. Salvo en los casos en que hay un componente hereditario de la enfermedad, en general se trata de niños obesos que además de la diabetes pueden presentar otros factores de riesgo cardiovascular, como colesterol elevado e hipertensión arterial. En ellos es fundamental modificar los hábitos de vida (alimentación y ejercicio físico) y reducir peso, tanto o más como el tratamiento con medicamentos que facilitan la reducción de los niveles de glucosa en sangre y, en su caso, del colesterol y la hipertensión.
En cualquiera de los casos de diabetes infantil, los niños diabéticos deben someterse a un continuo seguimiento médico que garantice el cumplimiento del tratamiento y, por tanto, del control de la enfermedad.
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